Reflexiones Imperfectas #1
Duelos Navideños
Lo primero de todo: bienvenida a Reflexiones Imperfectas, la nueva newsletter de mi blog.
He decidido crear esta sección, un poco diferente al resto del blog, que funcionará de manera exclusiva a través de las newsletters y en la que se abordarán temas de actualidad, reflexiones, relatos… solo para ti, que estás suscrito, como muestra de gratitud y de apoyo.
Tuve esta idea antes de que todo el drama ocurriera. Incluso escribí las primeras líneas y las primeras newsletter antes de todo y ahora me parece que han envejecido mal por un par de semanas.
¡Gracias!
Aquí va el número 1.
#1. Duelos Navideños.
Sí, el tiempo es relativo cuando alguien de repente se va de tu vida sin decir ni pío. Sí, ni pío. Literalmente. Así que hoy, día 3 de enero, decido rehacer todo lo hecho y enviar la newsletter tal y como debería haber hecho hace unas semanas. La idea era hacer balance del año: 2021 como catarsis, 2022 como oportunidad, hablar de duelos, de lo complicado que es… blablabla. Vamos, que la temática es un poco la de siempre en año nuevo pero un poco más personal, y aunque la temática no ha envejecido mal del todo, el texto en concreto sí. Así que prefiero hablaros de la Nochevieja.
Para mí, la Nochevieja es una de las noches más especiales del año junto con la de Halloween y la de la vuelta al cole. Parece una tontería, pero en realidad todas significan un poco lo mismo: nuevos ciclos, nuevas oportunidades. En Halloween/Todos los Santos/Día de Muertos, por todo su simbolismo con la muerte que por desgracia tanto llevo arrastrando toda la vida. En la vuelta al cole por el cambio de curso. Y en Nochevieja, obviamente, por el cambio de año y las propuestas y propósitos de año nuevo. La eterna esperanza por un futuro mejor, porque todo merecerá la pena porque el año que viene va a ser mejor que el siguiente y que todo lo malo se quedará en el anterior, como quien cierra un libro y cambia al siguiente.
Pero los años no son como libros, sino que más bien son como sagas literarias. O como pelis de Marvel, que siempre acaban sacando una nueva. Siempre acabamos arrastrando cosas de un año a otro, nos guste o no. Pero eso no es lo que yo venía a contaros aquí.
En mi casa la Nochevieja es una noche especial. Como puede ser la noche de San Juan para algunos. La celebrábamos con todas las tradiciones incluidas: anillos y joyas de oro dentro de copas, las 12 uvas preparadas para cuando llegasen las campanadas, algo de ropa o lencería roja que llevar puesta al entrar el año nuevo.
Pero la Nochevieja era especial porque no era solo un evento familiar, como puede ser la Navidad. Era más festivo, menos religioso y más de pasárselo bien. Eran cintas de colores, confeti, fuegos artificiales y luego ir a ver a tus amigos. Tomar algo, que te dejasen tomar un chupitín de champán (aunque fuese sin alcohol) y sentirte el más mayor de todos.
Pasamos la Nochevieja con nuestra otra familia: nuestros amigos. Esos amigos que tienen mis padres desde hace años, que sus hijos son amigos también y que puedo considerar que son parte de mi familia. Y, además, con tradiciones propias: amigo invisible de fin de año con cosas compradas en el pueblo, que cada uno trajese algo de casa (unos el postre, otros la bebida, otros las croquetas… ya sabéis), y luego tomar las uvas delante del ayuntamiento del pueblo, con pirotecnia incluida que hacen unos amigos.
Al día siguiente, en Año Nuevo, comida familiar: con mis tíos, mis abuelos, mis primos… pero, aunque fuese una comida “formal” como la de navidad o la de nochebuena, era ligera, divertida. Supongo que como debe ser cualquier comida en familia. Y por la tarde, en Año Nuevo, hacer merienda-cena de chocolate con churros con mis amigas. Poniendo en orden la noche anterior, en plan consejo de sabios.
Ahora, sigo cenando con mi familia elegida, comiendo con mi familia al día siguiente y haciendo chocolatada de Año Nuevo por la tarde. Sigo disfrutando y sigo pasándomelo bien. Pero el hecho de que sea tan simbólico lo de cambiar de año se hace duro, porque parece que dejo atrás a los que ya no están.En parte, sé que es lo que tengo que hacer. Avanzar. Mirar adelante. Pero avanzar implica alejarse, y cada cambio de año me lo recuerda más.
La Navidad me da igual. La Nochebuena, pues también. Cenas rico, ves a los niños ilusionados. Pero no me conmueve. No tiene el significado bonito y familiar que tienen esas fechas para el resto del mundo mundial. En cambio, la Nochevieja sí. Igual que el día de Reyes, que en mi casa se celebraba con mucha ilusión. Siendo mayores, no abríamos los regalos hasta el día siguiente y los colocábamos por la noche a “escondidas” de los demás. Cuando éramos pequeñas, obviamente, por la ilusión sin más. Pero de mayores, cada uno de nosotros compraba sus regalos para el resto y los colocaba, y siempre había alguna sorpresa debajo del árbol.
Ahora avanzamos. El año pasa, pero cada vez pierde más simbolismo. Nada cambia si no quieres que cambie. Un día te das cuenta de que pasar una página del calendario no cambia una página realmente de tu vida. Y dejas de tomar uvas, de ponerte lencería roja y de meter anillos de oro en el champán, porque sabes que de las 23:59 del 31 de diciembre a las 00:00 del 1 de enero no hay ninguna magia. Igual que los reyes no eran magos, y no eran siempre tres. A veces eran dos, y a veces eran cuatro. O más, pero que era gente como tú, gente que te quería y se esforzaba por hacerte feliz y mantener tu ilusión.
La realidad es que el 1 de enero no tienes más ganas, ni más fuerza de voluntad, ni de repente vas a controlar todo aquello que a tu alrededor no podías controlar y te superaba. Que todo lo que te atormentaba el año anterior, seguramente el nuevo que empieza siga por ahí, por mucho empeño que le pongamos y por muy organizados que seamos al hacer nuestros propósitos.
De hecho, no es que cada vez pierda más ilusión y simbolismo, sino que parece que cada año rezas por no cubrir ese cupo de mala suerte que lleva repitiéndose año tras año. Por favor, que no sea un reseteo y ahora haya cabida para más males.
También puedes mantener cierta ilusión, seguir adelante y, yo que sé, seguir haciendo algún propósito. Propósitos realistas, ya sabéis. No pensar que el año siguiente va a ser necesariamente mejor, porque hay años que son buenos y años que son malos. Y años que son malos para todo el mundo y que por lo que sea, para ti no lo son tanto, como fue para mi 2020.
Pero que sabre yo, aquí paz y despues gloria ¿no? Otra cosa son los deseo, y yo os deseo a todas un gran año 2022, lleno de exitos en todos los ambitos y de apreciar las cosas importantes.