Si me sigues la pista desde hace tiempo, sabrás que mi andadura por estos lares no es solo sexológica. También tengo un blog personal (de humor en ocasiones) donde voy escribiendo de vez en cuando.
Una vez fue un pequeño oasis de liberación para mí que me permitía tener voz cuando sentía que me faltaba. Estos dos últimos años han sido de reprocesamiento en mi vida, y eso ha hecho que escriba menos y de temáticas difentes a las originales, pero siempre con un tinte más personal que otra cosa.
Hoy subo un post nuevo, hablando de una de mis pasiones y me quejo un poquito: leer revistas. Porque a veces una chica solo quiere leer una revista en la playa que hable de temas banales pero sin que le toquen las narices.
Así que aquí lo tienes:
Necesito una revista
Veras, yo siempre he sido de revistas.
Textos cortos, varias secciones, diferentes temáticas, muchas fotos, testimonios, ropas, tendencias, experiencias… Cuando era pequeña, leía revistas. Me flipaban. Contaban historias, cuentos, tenían pasatiempos. Me encantaba su periodicidad, estar esperando en el quiosco de enfrente de casa y preguntar había llegado ya y que me guardasen una. Pero también tengo el recuerdo siempre de mi abuela leyendo las suyas cada semana religiosamente. Pronto y Hola. Como un reloj, lunes y miércoles.
Cuando crecí algo más, mis amigas (que eran algo más mayores que yo) leían la SuperPop y la Bravo. Bueno, no la leíamos, la estudiábamos. Minuciosamente. Nos sabíamos las secciones de pe a pa. Cada una tenía su favorita, o eras team Bravo o eras team SuperPop o eras team Loka/NuevoVale. No había medias tintas, tenías que elegir, todas teníamos una favorita.