Los domingos que ya no son
Tu reflexión del domingo el lunes
Los domingos, en mi casa, siempre han sido días especiales. De salir, comer fuera y vermú. Cuando era más pequeña, íbamos a casa de mi tía y comíamos allí, vermú mediante, ya fuera en casa o fuera. Nos reuníamos mis tíos y tías, mis abuelos y nosotros. Se abría la mesa plegable gigante que tenía mi tía, ocupábamos todo o casi todo el salón y echábamos allí el día.
Los domingos (y festivos) eran días de levantarse tarde, de comer tarde y de marcharse tarde de casa de mi tía. A veces llegábamos y alguno de mis tíos seguía en la cama, y mi hermana o yo (o las dos, dependiendo) íbcamos a despertarles. Salíamos, tomábamos algo, volvíamos, comíamos, quienes vivían más lejos se iban al cabo de un rato, nos quedábamos viendo películas, embrujadas, hablando… y cuando se hacía de noche, nos íbamos.
Los domingos, en mi casa, con el tiempo fueron cambiando. Ahora ya no distingo los domingos de los días que no lo son. Cuando mi madre vivía, era la primera que a las 2 de la tarde salía a su vermú de rigor. Cuando vivía mi padre, salían los dos y comíamos algo “especial”, de esas cosas que no se comen todos los días. Fabada, cocido, paella, fideua… No hacía falta mucho para que fuese especial.
Los domingos, salías a la calle y se notaba que era domingo. Gente relajada, tomando un vino en una terraza. Sea verano o invierno. Niños vestidos de bonito por los parques. Mi abuela yendo a misa. La yaya siempre nos contaba que, en verano, los domingos eran días de playa, de ir con sus amigos y cocinar paella de marisco (con perdón de los Valencianos) en las parrillas de Perlora. Supongo que por eso le gustaría tanto hacerla, para recordar viejos tiempos, igual que a mí me gusta pintarme los labios los domingos.
Desde que nos mudamos, los domingos son menos domingos. Ahora los domingos son días normales y corrientes, como los demás. Sin ropa bonita y pintar el ojo. En muchos casos, de trabajo remoto y pocas ganas de cocinar.
Con el tiempo he aprendido que cada uno tiene sus propias tradiciones del domingo. Las mías relacionadas con el jolgorio, la comida y la familia. En casa de una amiga, los domingos eran días de holgazanear y pedir a domicilio o comer fuera, porque en su casa no se cocina. Tengo otra amiga que en su casa cada domingo se limpia un poco familiarmente. Y otra, que los domingos organiza el resto de la semana.
Supongo que ahora que los tiempos han cambiado y que tengo mi propia familia y mi propia casa, tendré que descubrir cuales son las cosas que quiero hacer los domingos y empezar a crear mis propias tradiciones. Porque las tradiciones son solo tradiciones cuando alguien empieza a hacerlas un día y las repite. En mi vida ese alguien debo ser yo (no sé, supongo), así que no me queda otra que ir probando.
De momento, los miércoles son días de pintura, tortilla y buñuelos. Quizá en un futuro los domingos sean días de café con pastas. O de chocolate con churros. O de paella. O de amigos. O de playa.